Después de las fotos obligatorias a la cascada desandamos unos 300 metros el camino para coger a la izquierda (suroeste) un sendero bastante perdido marcado, sólo de vez en cuando, por algunos hitos. La idea es subir hasta el cordal que une el Espigüete y el Murcia para contemplar en todo su esplendor la pared norte de este gigante calizo.
El camino discurre justo por la unión del desierto de rocas calizas que desciende del Espigüete con los conglomerados y las escobas típicas de la Cordillera. Empleamos casi una hora en subir desde la primera catarata hasta el collado.
Collado de Arra (1993 m). Las vistas de todo el espolón occidental del Espigüete hasta la cumbre principal (cima oeste, 2450 m) son inmejorables.
A partir de aquí, el cordal es una suave sucesión de diferentes cimas por encima de los dos mil metros: el Pico Arra (2034 m), el Alto de los Cutulillos (2041 m) y los Altos de la Hoya de Martín Baquero. Al llegar a este último, la suaves lomas se convierten en una aguda cresta, difícil de trepar, complicada por el lado leonés porque había que perder mucha altura y no conociendo la posibilidad de pasarla por el lado de Cardaño, decidimos bajar al fondo del valle hasta encontrar la segunda cascada y volver a retomar la pista original. Así completamos el circuito.
Ya bajando, al tomar dirección sureste, las vistas del Espigüete se vuelven espectaculares: se observan perfectamente las dos cumbres y, en medio de las dos, el empinado corredor norte todavía con neveros.
En hora y media de descenso encontramos la segunda cascada y desde allí un sendero nos llevó en apenas diez minutos a la primera. Luego la pista, el párking y, por último, un baño reparador en el río.